sábado, 9 de abril de 2016

¿Que es la arquitectura?

La arquitectura es el arte y la ciencia de diseñar edificios. En los siglos pasados, los arquitectos se ocupaban no sólo de diseñar los edificios, sino que también diseñaban ciudades, plazas, alamedas y parques, y objetos de uso en las edificaciones, como los muebles. Hoy en día, los profesionales y arquitectos que proyectan y planifican el espacio urbano son los urbanistas, constituyéndose en una especialidad distinta a la arquitectura o la ingeniería civil, la cual se denomina urbanismo, en tanto que a los profesionales que crean muebles y otros objetos, se les conoce como Diseñadores Industriales.


Según Vitruvio, en el Siglo I a.d.C., dice que la arquitectura descansa en tres principios: la Belleza (Venustas), la Firmeza (Firmitas) y la Utilidad (Utilitas). La arquitectura se puede definir, entonces, como un equilibrio entre estos tres elementos, sin sobrepasar ninguno a los otros. No tendría sentido tratar de entender un trabajo de la arquitectura sin aceptar estos tres aspectos. Vitruvio dice: “la arquitectura es una ciencia que surge de muchas otras ciencias, de ahí que tenga bastante importancia la historia de la arquitectura, sin duda es muy importante para poder tener bastantes aspectos y conocimientos de las edificaciones de las diferentes culturas prehistóricas.






La arquitectura se ha materializado según diferentes estilos a lo largo de la historia: gótico, barroco y neoclásico, entre otros. También se puede clasificar de acuerdo a un estilo más o menos homogéneo, asociado a una cultura o periodo histórico determinado: arquitectura griega, romana, egipcia. El estilo arquitectónico refleja unos determinados valores o necesidades sociales, independientemente de la obra que se construya (casas, fábricas, hoteles, aeropuertos o iglesias). En cualquier caso, la arquitectura no depende sólo del gusto o de los cánones estéticos, sino que tiene en cuenta una serie de cuestiones prácticas, estrechamente relacionadas entre sí: la elección de los materiales y su puesta en obra, la disposición estructural de las cargas y el precepto fundamental del uso al que esté destinado el edificio. La humanidad es una especie curiosa. Cuando hablamos de sus conquistas, la mayoría de las veces lo hacemos refiriéndonos a sangrientas y destructivas expediciones guerreras. Pero de vez en cuando, la humanidad también produce obras de impresionante belleza, destinadas a perdurar durante siglos para hacernos recordar a todos que, cuando queremos, podemos emplear nuestro esfuerzo y talento para construir maravillas. Más que ninguna otra cosa, son estas obras las que nos identifican inequívocamente como humanos. Nos representan ante nosotros mismos… y también, si alguna vez en el futuro acude a nuestro planeta azul cualquier visitante, serán sin duda estas maravillas las que constituyan nuestras principales señas de identidad. El nacimiento de la arquitectura va ligado a la necesidad del hombre primitivo, y agricultor, de asentarse. Las primeras construcciones, tras unos primeros intentos en madera, hojarasca, cañas y cuerdas, debieron de ser cabañas circulares construidas con piezas de barro cocidas al sol y cubiertas vegetales primordialmente. Existió una gran arquitectura en la época prehistórica, eminentemente religiosa o ceremonial, junto a la que aparecieron grandes conjuntos arquitectónicos dedicados al hombre y a sus actividades. Se trataba de una arquitectura destinada a ser vista desde el exterior, desarrollando en sus fachadas el lenguaje de los órdenes clásicos. No obstante, se consideraba que la arquitectura poseía un rango inferior al de las demás artes, dado su carácter manual. En mi caso la historia de la arquitectura, surge súbitamente, pues el proceso histórico es lento y continuado, y en él se han ido gestando, desarrollando y materializando los diferentes estilos arquitectónicos. Si se habla de una ruptura radical se hace referencia a nuevos planteamientos muy diferentes de los anteriores pero, son el resultado de una evolución íntimamente ligada a un cambio de mentalidad; y será precisamente este cambio de mentalidad, esta nueva idea subyacente, lo que permite diferenciar los diferentes estilos a la vez que percibir la unidad de cada uno de ellos. Es evidente que, al igual que ocurre en cualquier dimensión humana, el desarrollo choca con la tradición, y en el caso de la arquitectura, también lo hace con las exigencias prácticas, la naturaleza de los materiales y, sobre todo, con las contradicciones del propio sistema pues ,dado que ningún sistema cumple completamente sus conceptos específicos de interrelación de la diferentes partes, y dado que cada uno tiende a su autoexaltación, dicha exaltación propia acabará agudizando tanto las contradicciones que finalmente el sistema se desmoronará poco a poco. 

La necesidad de plasmar las ansiadas fuerzas vinculantes hizo olvidar en gran medida las propiedades de los materiales que se estaban tratando; así, se empleó la piedra, material rígido, cual materia orgánica blanda y flexible con la representación y utilización en las artes tectónicas del cuerpo humano y las formas animales, pues la materia viva encarna las fuerzas vitales presentes en todas las cosas. Tras haber realizado una breve descripción de la historia de la arquitectura desde la prehistoria hasta roma, mi impresión ha sido plenamente satisfactoria. Sin embargo, existen una serie de aspectos que me han inquietado. En primer lugar, es curioso el planteamiento de la evolución de la arquitectura, puesto que se plantea como un cambio inevitable, consecuencia de un cambio de mentalidad, en vez de presentar la evolución como una serie de soluciones técnicas a las necesidades que se van planteando. También se echa en falta algo más de especificidad en las explicaciones de los cuerpos arquitectónicos, puesto que sus rasgos son tratados con poca profundidad, redundando excesivamente en las formas de vida y sus creencias. Uno de los motivos que más ha impulsado a la arquitectura a lo largo de la historia ha sido el deseo de ostentación: edificios que sean el orgullo de un pueblo, que reflejen el estatus personal o colectivo, o palacios para reyes y emperadores, construidos como símbolos de su poder. En general, las clases privilegiadas siempre han sido mecenas de arquitectos, artistas o artesanos, y sus encargos se han convertido, a veces, en el mejor legado artístico de su época. En la actualidad, su labor la desempeñan las grandes multinacionales, los gobiernos y las universidades, que llevan a cabo su función de una forma menos personalista. A través de la historia las obras más conmovedoras de la arquitectura —templos, iglesias, catedrales y mezquitas— nacen de motivaciones religiosas, y sirven para crear un lugar propicio al diálogo con Dios, o bien para adoctrinar a los fieles, o para que éstos celebren sus rituales sagrados. Otro de los móviles ha sido el sentimiento de seguridad: las estructuras más duraderas se construían como elementos defensivos, como las murallas o los castillos. La complejidad de la vida moderna ha provocado la proliferación de tipologías constructivas. En nuestros días, la arquitectura está especialmente dedicada al diseño de viviendas colectivas, edificios de oficinas, centros comerciales, supermercados, escuelas, universidades, hospitales, aeropuertos, hoteles y complejos turísticos. En cualquier caso, el proyecto de un edificio nunca se realiza de forma aislada, sino prestando especial atención a sus interacciones con el entorno. Tanto los arquitectos como sus clientes están concienciados de este problema y se sirven del urbanismo para evitar impactos negativos sobre las zonas antiguas de las ciudades. La arquitectura también debe ocuparse del equipamiento interno de los edificios y sus instalaciones. En las últimas décadas se han inventado complejos sistemas de acondicionamiento, instalaciones eléctricas y sanitarias, prevención de incendios, iluminación artificial, elementos de circulación (como pasillos, escaleras mecánicas o ascensores hidráulicos). Desde hace poco tiempo se puede utilizar la informática para controlar todos estos sistemas, dando lugar a lo que se conoce como edificio inteligente. Todo esto ha supuesto un incremento de las expectativas de bienestar, pero también de los costes de la construcción.

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